El camino sinuoso comienza con una explosión de frescura vibrante: notas de pomelo, limón y menta chispean en el aire como un amanecer cítrico sobre un paisaje virgen. Las especias suaves —pimienta rosa y cilantro— aportan una calidez soleada que se funde con la luz, como si el sol acariciara los arbustos que bordean la ruta.
A medida que te adentras en el corazón del bosque, el jengibre y la nuez moscada elevan el pulso de la tierra con su picor aromático, mientras que el jazmín florece en rincones ocultos, dulcificado por el frescor jugoso del melón. El viaje se vuelve más íntimo, más profundo.
Finalmente, el sendero se pierde entre los árboles antiguos y silenciosos. La base almizclada y terrosa emerge con elegancia: incienso, ámbar, cedro y sándalo se entrelazan con la oscuridad resinosa del pachulí, el misterio del ládano y la nobleza de la madera. Queda el eco de un perfume que camina contigo, incluso después de que el bosque haya quedado atrás.